La fibromialgia es una enfermedad que se caracteriza por dolor generalizado en el sistema musculoesquelético, de carácter crónico, y suele acompañarse de otros síntomas como fatiga o irritabilidad. Puede afectar a personas de cualquier sexo y edad, sin embargo, es más frecuente en mujeres de entre 30 y 60 años. Se desconoce exactamente cuál es su origen, se cree que es multifactorial con diversas causas que pueden estar presentes:
El curso de la enfermedad es fluctuante, con variación en la intensidad de síntomas, y puede tener un impacto importante en la calidad de vida.
El síntoma principal es el dolor, de intensidad variable, en tejido muscular o tendinoso con localización variable a lo largo del tiempo y que puede cambiar de características, es decir, en ocasiones es punzante, en otras puede ser como una quemazón o como una presión.
El dolor suele empeorar o aparecer al presionar o contactar en los denominados “puntos de sensibilidad”, puede acompañarse de rigidez matutina u hormigueo en las manos. Aparecen también otros síntomas que no afectan al aparato locomotor:
Aunque hay una variabilidad entre personas, se han identificado factores que empeoran o mejoran los síntomas:
Factores agravantes:
Factores aliviantes:
El diagnóstico es clínico, es decir, que se basa en la historia clínica que realiza el profesional y en la exploración física, en la actualidad no existe ninguna prueba que diagnostique de manera objetiva la fibromialgia. El diagnóstico lo ha de realizar un médico, ya que con la fibromialgia existen otras enfermedades que comparten sintomatología o pueden coexistir:
El objetivo principal del tratamiento es ayudar a calmar el dolor con un abordaje integral. La aproximación inicial puede incluir:
En ocasiones, también es necesario un tratamiento farmacológico, en primer lugar, con analgésicos, pudiendo añadir posteriormente antidepresivos, hipnóticos o relajantes, anticonvulsivos.
Existen determinadas medidas que como paciente se pueden aplicar directamente como son: